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Primera semana: PAN Y ROSAS

"Mientras vamos marchando, marchando a través del hermoso día

Un millón de cocinas oscuras y miles de grises hilanderías

Son tocados por un radiante sol que asoma repentinamente

Ya que el pueblo nos oye cantar: ¡Pan y rosas! ¡Pan y rosas!

Mientras vamos marchando, marchando, luchamos también por los hombres

Ya que ellos son hijos de mujeres, y los protegemos maternalmente otra vez

Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte

Los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos

¡dadnos pan, pero también dadnos rosas! [...]"

¿A qué llamamos rosas en nuestro tiempo? ¿Un salario digno que permita el gozo humano, además de la mera subsistencia? ¿Unas nuevas formas de relación social, basadas en el reconocimiento y la cooperación, la amistad y el amor, la alegría de la vida frente a la cuaresma y la cruz de la austeridad? Los banqueros y los poderes centrales de hoy se asemejan más que nunca al Sr. Scrooge, quien no sabía por qué dejó de amar a los vivos y solo se deja abordar por los muertos.

Vamos a comprender que un trabajador sin empleo pueda tener una cuenta en Twitter o usar el whatsupp, igual que comerse un filete o usar un coche (aun sin haber pasado la ITV). El problema es que no pueda tener vivienda. Que tampoco pueda acceder a una, incluso si trabaja, porque los salarios se redujeron.

Hay demasiadas leyes hechas para los ricos. Seguros que garantizan un palacio, pero no cubren la bicicleta de Vittorio de Sica. Conciencias que justifican el gasto de miles de millones en soportar bancos o clubs de fútbol, pero se escandalizan porque se exija el derecho a la vivienda o el derecho a Internet... y a la educación digital.

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